Terapía de pareja
Conflictos, malentendidos, discusiones, etc.
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Cuando la relación empieza a deteriorarse y se piensa seriamente que no se aguanta más y no se ve salida, es el momento de plantearse la posibilidad de que alguien ajeno y profesional pueda echar una mano. La posibilidad de la separación está siempre ahí, pero hay que tener en cuenta que es muy dolorosa, sobre todo cuando hay hijos pequeños.
La convivencia en pareja no es sencilla, por lo que es frecuente que surjan conflictos, malentendidos o discusiones. Este tipo de situaciones son normales si suceden de forma puntual, pero pueden suponer un gran problema si son continuas.
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¿Cuándo hay que acudir a una terapia de pareja?
La terapia de pareja es cosa de dos y normalmente es uno el que da la voz de alarma y el otro, al menos, tiene que estar dispuesto a colaborar. El principal problema en el fallo de la terapia de pareja es que se acude al profesional cuando ya no hay solución.
Entre los problemas más frecuentes que suelen presentar está:
- El fallo en la comunicación.
- Engancharse en discusiones inútiles y destructivas en las que se hace sufrir y se sufre tremendamente sin llegar a ninguna solución.
- También puede ocurrir lo contrario, no se hablan ni se comunican y la relación va muriendo.
- La vida laboral frenética que se lleva contribuye tremendamente a ello.
- Otro problema frecuente es la falta de aceptación de las peculiaridades del otro.
La sociedad nos enseña a luchar por nuestros deseos, y a veces eso se lleva a un extremo en la pareja, mientras que un poco de aceptación del otro nos puede conducir a una mayor felicidad, dándonos cuenta de todos sus valores y no solamente del aspecto que nos gustaría cambiar.
La terapia de pareja trata de ayudar a las parejas (casadas, separados, divorciados, de hecho…) a aprender a mejorar su relación, entendiendo y resolviendo los conflictos que les afectan. Se enseñan habilidades comunicativas y se aplican técnicas para la resolución de problemas. También se trabaja la dinamización de la relación de pareja, estudiando las diferencias de cada parte y facilitando la aceptación de las diferencias que no se pueden cambiar y negociando con las que sí se pueden cambiar. Ya que son actitudes hacia el otro negativas. Así pues, las diferencias no llevan necesariamente al conflicto, se puede convivir con la otra persona aceptando, o incluso, haciendo compatibles estas diferencias. Sobre todo, con familias reconstituidas.