Tiempo de lectura: 7 minutos
La antesala del Blue Monday ¿o de cualquier día triste?
La navidad es una época que entraña muchas emociones intensas y complejas ya que son unas fechas llenas de reencuentros, de fiestas, de excesos… algunas veces con ilusión y cierta idealización y, otras, con estrés y tensión.
Con el nuevo año, las personas solemos hacer una lista de nuevos propósitos sobre cómo nos gustaría que cambiara nuestra vida. Es el fin de un año lleno de experiencias para abrirle las puertas a un nuevo ciclo. Con nuestros mejores deseos pero, a veces, llenos de expectativas excesivamente altas y gran autoexigencia, así como intentar conseguir metas a corto plazo de una manera rápida que, realmente, necesitan tiempo, paciencia y constancia.
Los amigos, las amigas, la familia, las largas noches de celebración, los días festivos, los que sí trabajan, los que no, las vacaciones en el colegio, la búsqueda de regalos, la ilusión por el día de reyes, etc. Un entramado de 3 semanas que nos saca de nuestra rutina y nuestra realidad.
Este conjunto de situaciones excepcionales en nuestra vida cotidiana son los ingredientes perfectos para un caldito que tarde o temprano se servirá en un probable Blue day (para algunas personas) a lo largo de las siguientes semanas de vuelta a la “normalidad”. Tras esta época de fiestas, es lógico notar cansancio (físico y emocional), estrés o dificultades para volver a la rutina, pero esto no debe confundirse con síntomas depresivos.
Blue Monday: cómo empezó
Según el psicólogo Cliff Arnall, el Blue Monday es el día más triste del año. Desde hace años, se atribuye este nombre al tercer lunes del año. En 2005, este psicólogo creó una fórmula para determinar cuál era el peor día del año.
Esta fórmula, cuenta entre sus variables con: valorar las deudas adquiridas durante las fiestas de navidad (por la inversión en regalos, cenas y fiestas), el factor climático, tener en cuenta el dinero que se cobrará en el mes de enero, el tiempo transcurrido desde que ha acabado la navidad, el período transcurrido desde el último intento de dejar un mal hábito, la motivación para cambiar los hábitos menos saludables o la necesidad de actuar para cambiar nuestras vidas.
A pesar de la influencia que ha tenido en nuestra sociedad y, sobre todo, en la publicidad y el marketing de las empresas para la venta de productos o experiencias, esta fórmula no tiene ningún respaldo científico y su origen reside en una estrategia de incremento de ventas por parte de una compañía de viajes.
Blue Monday ¿Evidencia científica?
De hecho, desde diferentes ámbitos científicos y académicos, este término, así como su explicación, han sido rechazados y tachados como pseudociencia. Al fin y al cabo, el Blue Monday no deja de ser una exitosa estrategia de marketing que ha conseguido colarse en el colectivo mental de nuestra sociedad, pero que no hay pruebas objetivas para considerar que ese tercer lunes del año sea el más triste para toda una población.
Cada persona es un mundo aparte, con sus vivencias y su forma, individualizada, de interpretar la realidad. Pretender que haya un día en el que una población entera “se deprima” a la vez bajo un conjunto de factores similares, es una concepción bastante reduccionista sobre el funcionamiento y el sentir del ser humano y sus circunstancias.
¿Blue Monday o Profecía autocumplida?
Una profecía autocumplida es un fenómeno psicológico que tiene que ver con las expectativas que tenemos sobre una situación en concreto y nuestra predisposición a poner el foco de atención en eso en concreto para creer que se está cumpliendo. También cabría nombrar aquí lo que en psicología llamamos: Atención selectiva, que es una predisposición a fijarnos en ciertos estímulos, suprimiendo otros que no encajan con nuestras expectativas.
Los seres humanos, básicamente, sentimos como pensamos, es decir; nuestras rutinas de pensamiento, la manera en la que nos valoramos a nosotros/as mismas y la forma en la que interpretamos lo que nos ocurre está constantemente influyendo en cómo nos sentimos, teniendo en cuenta las circunstancias de cada ser humano, por supuesto.
La divulgación de este día en concreto y la masiva información que atribuye la tristeza a este lunes, puede hacer que, inconscientemente, sintamos esa expectativa por sentirnos tristes en ese día en concreto y que empecemos a dirigir nuestra atención en todas aquellas cosas que consideramos que faltan en nuestra vida o que van peor de lo que nos gustaría y ¡voilá! la profecía autocumplida está servida.
Sentirse mal no está mal
Sentirse triste es algo muy sano y funcional que nos ayuda a adaptarnos a los cambios que la vida nos presenta. Pretender no sentirse triste tras los cambios es como pedirle a un río que no siga su cauce. La tristeza nos ayuda a reflexionar sobre lo que sentimos y lo que nos ocurre, nos ayuda a buscar apoyo y a aceptar poco a poco la realidad.
El malestar forma parte de la vida.
Si somos realistas, entender que, tras unas fechas de mucho ajetreo con fiestas, días de descanso, idas y venidas y muchos gastos, el hecho de que los lunes (para muchas personas) no suelen ser un día que genere mucha alegría, las horas de luz que disminuyen en estas fechas y la ya tan nombrada “cuesta de enero”, es lógico que haya días durante este mes en los que nos sintamos con el ánimo más triste.Como ocurre con tantas emociones en la larga y compleja gama que puede sentir un ser humano, lo importante no es la emoción, sino lo que hemos aprendido a hacer con ella o lo que estamos acostumbrados a hacer con ella.
La felicidad tóxica
Vivimos, desde hace algunos años, un boom del concepto de felicidad y sobre cómo alcanzarla. En esta carrera contrarreloj por la felicidad parece que el dolor y el malestar no tienen cabida, creando así una expectativa sobre la felicidad y su impacto en nuestras vidas que se aleja mucho de nuestra realidad. Por no contar con algunos días señalados en los que parece que hay una especie de obligatoriedad de sentirse feliz, cómo, por ejemplo: la navidad.
Además, este concepto de felicidad viene muy asociado a una sobreexplotación del ya conocido como pensamiento positivo, con frases del estilo: “quién quiere, puede”, “si lo puedes soñar, lo puedes crear”, etc. Como podemos observar, son frases directas, cortas e impactantes, pero guardan un arma de doble filo dentro, ya que ponen la responsabilidad casi total de esa felicidad en manos de las personas, haciéndolas responsables de no serlo, utilizando así una estrategia muy simple para un panorama muy complejo.
Además, se asume que emociones como la tristeza, el agotamiento, la decepción o la pérdida de esperanza estarían ligadas a personas que no tienen la voluntad para conseguir sus objetivos y, por lo tanto, serían “más débiles”.
A veces, uno/a no puede sentir esa felicidad porque le rodean unas circunstancias que no acompañan o que dificultan el hecho de sentirse tranquilo/a, porque las personas tenemos cierto grado de manejo en lo que nos ocurre, sin embargo, luego está la vida y su libre albedrío.
En nuestra mano está el aprendizaje y manejo de herramientas que nos ayuden a afrontar el malestar de una manera más llevadera, pero eso no significa que el malestar no vaya a estar presente. Entonces, si la felicidad engloba el hecho de ser consciente que el malestar nos va a acompañar en muchas situaciones de la vida y que habrá día que creamos poder con “todo” y días que “todo” nos pueda, que habrá momentos en los que queramos dejar de intentar porque las situaciones parecen saturarnos, y que habrá momentos en los que sentiremos esa tristeza como manera sana y funcional de adaptarnos a los cambios…
Entonces la felicidad será un buen objetivo por alcanzar, ya que conllevará entender el complejo entramado de emociones que el ser humano alberga para afrontar las diferentes situaciones de este camino que es la vida.
En definitiva…
Así que sí, la tristeza es muy sana, nos ayuda a achicar el agua de nuestro bote, a soltar tensión y a que las cosas pesen un poquito menos. Nos ayuda a tomar consciencia de nosotros y nosotras mismas y poder tomar tiempo para reflexionar sobre nuestras circunstancias y buscar formas de intentar mejorarla. Y esta presión social que intenta dirigirnos hacia una actitud siempre positiva o feliz a lo único que nos lleva es a más infelicidad.
Por ello, es importante tener en cuenta que habrá días mejores y otros peores que, después de una época excepcional en nuestras rutinas, es lógico que notemos cierto bajón emocional para poder seguir adaptándonos y, que lo importante en estos pequeños bajones emocionales es poder acompañarse a uno/a misma, sostenerse y entenderse y comprender que “esto también pasará”.
¿Te sientes identificad@ con el contenido de este artículo? ¿Llevas tiempo experimentando este sentimiento de tristeza? Contacta con Clínica de Psicología Psilex, estaremos encantadas de poder ayudarte.