Tiempo de lectura: 14 minutos.
Cada 22 de julio se conmemora el Día Mundial del Cerebro, una fecha destinada a concienciar sobre la importancia de cuidar este órgano vital para la vida, el pensamiento, la emoción y la conducta. Desde la psicología, celebramos esta fecha con gratitud y respeto por los avances que la neurociencia ha traído al conocimiento humano. Sin embargo, también es una oportunidad para reflexionar críticamente sobre ciertas tendencias reduccionistas que, aunque bienintencionadas, pueden simplificar en exceso la complejidad del ser humano.
Una de esas tendencias es el llamado cerebrocentrismo.
¿Qué es el cerebrocentrismo?
El cerebrocentrismo es una forma de entender la mente humana que pone al cerebro como protagonista absoluto de nuestras experiencias, decisiones y comportamientos. Según esta visión, todo lo que somos –nuestras emociones, pensamientos, valores y relaciones– puede explicarse exclusivamente en términos de estructuras y procesos cerebrales.
A simple vista, puede parecer lógico. Después de todo, el cerebro regula nuestras funciones vitales, coordina movimientos, procesa información sensorial y participa en la generación de pensamientos. Sin embargo, desde la psicología –especialmente la clínica, la social y la del desarrollo– sabemos que reducir al ser humano a su cerebro es ignorar una parte fundamental de nuestra realidad: somos seres biopsicosociales, cuya conducta emerge de una interacción dinámica y constante entre lo biológico, lo psicológico y lo social.
El cerebro es importante, pero no lo es todo
Durante los últimos años, el auge de la neurociencia y el neuro marketing ha llevado a una explosión de mensajes en medios y redes sociales que explican casi cualquier fenómeno humano apelando a “la dopamina”, “la amígdala” o “las conexiones neuronales”. Aunque estos conceptos tienen un respaldo científico real, su uso fuera de contexto puede alimentar una visión simplista que, lejos de ayudar, puede desinformar.
Por ejemplo, frases como “eres adicto porque tu cerebro está enganchado” o “estás deprimido porque tu serotonina está baja” ignoran que detrás de una adicción o una depresión hay historias personales, relaciones significativas, contextos sociales y aprendizajes pasados. En otras palabras, lo que nos ocurre no es sólo una cuestión de química cerebral, sino también de historia vivida.
La neuroplasticidad: una ventana a la esperanza (y a la complejidad)
Lejos de negar la importancia del cerebro, la psicología valora profundamente su capacidad de cambio y adaptación: lo que conocemos como neuroplasticidad. Este término se refiere a la habilidad del cerebro para modificar su estructura y funcionamiento a lo largo de la vida, en respuesta a nuestras experiencias, aprendizajes y entornos.
Gracias a la neuroplasticidad, sabemos que el cerebro no es un órgano estático ni predeterminado desde el nacimiento. Muy por el contrario, nuestras interacciones sociales, nuestras emociones, nuestras decisiones y, por supuesto, los tratamientos psicológicos, pueden generar cambios reales y medibles en la arquitectura cerebral.
Esto nos devuelve una idea clave:
El cerebro no sólo moldea la conducta; la conducta y el entorno también moldean el cerebro.
Terapias basadas en la regulación emocional, en la exposición gradual a miedos, en el desarrollo de habilidades sociales o en el cambio de patrones de pensamiento tienen efectos que van más allá del comportamiento observable; también impactan a nivel neurobiológico.
Una mirada biopsicosocial: más completa, más humana
El enfoque biopsicosocial nos invita a entender al ser humano como el resultado de la interacción entre:
- Lo biológico: nuestros genes, hormonas, estructuras cerebrales, sistemas nerviosos y respuestas fisiológicas.
- Lo psicológico: nuestras emociones, pensamientos, creencias, aprendizajes y estrategias de afrontamiento.
- Lo social: nuestras relaciones, la cultura en la que vivimos, las normas sociales, los vínculos familiares y el entorno físico y económico.
Desde esta perspectiva, el tratamiento psicológico no puede ni debe reducirse a “reparar un cerebro dañado”, sino a comprender cómo los distintos niveles de experiencia se influyen mutuamente.
Por ejemplo, una persona con ansiedad no solo experimenta una activación del sistema nervioso; también puede haber pensamientos catastrofistas, falta de apoyo social, historia de traumas o estrés laboral. Cada uno de esos factores interactúa y retroalimenta la experiencia del malestar.
Psicología y neurociencia: diálogo, no competencia
Lo que proponemos desde la psicología no es una negación del cerebro ni una oposición a la neurociencia, sino un diálogo más rico y equilibrado. Sabemos que las técnicas de neuroimagen, los avances en farmacología y el conocimiento de los neurotransmisores son fundamentales. Pero también sabemos que el sufrimiento humano no puede explicarse únicamente en términos de sinapsis.
En consulta, las personas no vienen a pedir un mapa de sus circuitos neuronales; vienen a hablar de sus miedos, de su tristeza, de su ira, de sus dificultades en las relaciones, de su vacío, de sus bloqueos. Y si bien todo eso tiene una base biológica, su tratamiento requiere escucha, comprensión y acompañamiento, no solo medicación o análisis de imágenes cerebrales.
Además, muchas veces, un enfoque cerebrocentrista puede llevar a una visión pasiva del paciente: “tengo un problema químico en el cerebro, no puedo hacer nada”. En cambio, una mirada biopsicosocial empodera: “mi cerebro puede cambiar si cambio mis hábitos, si proceso mis emociones, si me vinculo de otras maneras, si comprendo mi historia”.
Cuidar el cerebro… y todo lo demás
En el Día Mundial del Cerebro, invitamos a cuidar este órgano maravilloso, pero sin olvidar que no existe en aislamiento. Cuidar el cerebro también es:
- Dormir bien.
- Comer saludablemente.
- Hacer ejercicio físico.
- Buscar relaciones afectivas sanas.
- Aprender cosas nuevas.
- Pedir ayuda cuando la necesitamos.
- Atender nuestras emociones.
- Darnos tiempo, espacio y compasión.
Porque el cerebro no es sólo un conjunto de neuronas: es un órgano que vive en un cuerpo, que habita un entorno, que se vincula con otros, que construye significado, que sufre y que se transforma.
En definitiva…
La psicología clínica, al servicio del bienestar humano, nos recuerda que no tratamos cerebros, tratamos personas. Y las personas somos mucho más que impulsos eléctricos y neurotransmisores. Somos historias, vínculos, contradicciones, resiliencia, lenguaje, cultura, deseo, imaginación y cambio.
Celebrar el Día Mundial del Cerebro es también una invitación a humanizar nuestra mirada sobre la mente. A reconocer el valor de lo neuro, sin olvidar lo emocional, lo social y lo simbólico. A superar el cerebrocentrismo sin negar la belleza de la biología. Y sobre todo, a seguir trabajando por una salud mental que vea a cada individuo en su complejidad única, como ser biopsicosocial en constante transformación.
Si te has sentido identificado/a, no dudes en contactarnos. En Centro de psicología psilex, estamos para ayudarte a cuidar tu salud mental con una mirada integral, respetuosa y profundamente humana.