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Maneras de querer y apego

La manera en la que queremos está influenciada por muchos factores que confluyen a lo largo de nuestras vidas. Estos factores están muy relacionados con la forma en la que construimos nuestra autoestima y el concepto de nosotros mismos, y nos ayudan a construir: lo que esperamos sobre las relaciones y los vínculos que vamos aprendiendo a lo largo de nuestras vidas, y los mandatos sobre el amor alimentados por la cultura y la sociedad, es decir, lo que se espera que sea o no sea amor y que va evolucionando y transformándose a lo largo de generaciones.

Hoy en día, sabemos de la importancia del impacto que tiene el estilo de apego y vinculación que una persona ha desarrollado con sus primeros cuidadores en la infancia. El estilo de apego que se desarrolla influye de manera significativa a la hora de elegir pareja, así como en el desarrollo de la relación afectiva a lo largo del tiempo.

En cualquier relación que se cree entre dos o más personas hay algunos factores que ayudan a que el vínculo se vea fortalecido, como por ejemplo: el cuidado, la comprensión, la gestión de las propias emociones, la comunicación de necesidades, y la empatía, entre otras. Pero ¿Cómo aprende un ser humano a gestionar y desarrollar estos procesos?

Algunos hallazgos científicos ponen el foco de atención en los primeros años de vida como un gran reforzador del desarrollo socio-emocional y mental de las personas en relación con las figuras de apego. Es decir, el cerebro de una persona necesita de la cercanía y estimulación de otra persona (en este caso un adulto) para poder finalizar su proceso de maduración tanto a nivel emocional como psicológico.

Cuando falta el contacto, los cuidados, o nos encontramos con niños/niñas abandonados, en el cerebro se produce una mayor cantidad de determinados neurotransmisores, por lo que estos aparecen anormalmente aumentados. Estos neurotransmisores serían la noradrenalina (responsable de la respuesta, tanto física como mental, en situaciones de alarma), la dopamina (moduladora de la motivación), y la adrenalina (predispone a comportamientos más agresivos e impulsivos).

La importancia del Vínculo-Apego

Un bebé no puede cuidarse por sí mismo. Un bebé tiene una necesidad primaria de formar vínculos afectivos intensos, estables y que perduren en el tiempo por una cuestión de supervivencia. Aunque no es solo una cuestión de los bebés, cualquier ser humano tiene una necesidad innata a establecer vínculos significativos. Es decir, no somos tanto seres independientes como interdependientes.

En función del proceso de satisfacción de esta necesidad de vínculo afectivo, se desarrollará un estilo de apego en la infancia del niño que posteriormente marcará el estilo de apego de un adulto, el cual influirá en las relaciones que se vayan creando en la vida de ese adulto.

En palabras del propio John Bowlby, el primer investigador en este campo de los estilos de apego y experiencias tempranas de vinculación: «La manera en la que los cuidadores satisfagan o no las necesidades del bebé, le proporcionen seguridad, atención, cuidados, afecto, la manera en la que se comuniquen y relacionen con él, y la forma en la que reaccionen ante sus necesidades, tendrá un impacto en la creación de un estilo u otro de apego»

Estilos de apego

Apego seguro-saludable

De los 4 estilos de apego existentes, (seguro, evitativo, ansioso y desorganizado) este es el único completamente saludable, y el que más ayuda en la creación de relaciones maduras, buena comprensión, comunicación, autoestima saludable y concepto de sí mismo.

Los niños que desarrollan este estilo de apego con sus cuidadores los perciben como personas cercanas, disponibles, que responden de manera rápida y eficaz a sus necesidades sin ser invasivos ni despreocupados.

Los niños/niñas que establecen este tipo de apego se sienten importantes para sus figuras de apego, que reciben afecto, que son aceptados con sus virtudes y defectos, y que se aproximan a ellos desde la compasión y comprensión (más que desde el reproche o el juicio).Estos cuidadores también saben poner límites sanos para que el niño o la niña aprenda lo que puede ser bueno o malo para su propio autocuidado.

Así, van aprendiendo a expresar sus emociones sin temor, sintiéndose valiosos en su justa medida, escuchando, sintiéndose cómodos en la intimidad y en sus vínculos, y siendo capaces de disfrutar del tiempo a solas y del tiempo acompañados.

Apego Evitativo

En este estilo de vinculación, los cuidadores suelen comportarse de una manera rígida e inflexible. Estos cuidadores suelen ser percibidos como personas que no satisfacen las necesidades del bebé, con faltas de muestras de cercanía y afecto.

En estos casos, los niños/niñas sienten a sus cuidadores como personas frías y distantes y los niños pueden llegar a (mal)entender que sus necesidades no son importantes porque no son escuchadas. Los cuidadores con este estilo de apego suelen creer que las necesidades afectivas del bebé pueden llegar a ser excesivas.

Así, los niños/niñas aprenderán a distanciarse de sus figuras de apego, sobre todo en la intimidad, ya que, de alguna manera, aprenden, que sus necesidades emocionales no están bien vistas y son rechazadas. Esto no quiere decir que haya una mala intención por parte de los cuidadores, sino más bien una incapacidad o falta de estrategias y recursos generada por sus propios aprendizajes.

A estos niños/niñas, cuando se conviertan en adultos, les costará mucho mostrar cariño y cercanía con otras personas, y en la intimidad se sentirán muy incómodos.

Algunas conductas ejemplo de este estilo de apego son: evitar o tener miedo al compromiso en las relaciones, no conectar con sus propias necesidades o invalidarlas, o dificultad para identificar sus propias emociones.

Uno de los comportamientos típicos de este estilo de apego es el ghosting, ya que al sentir la cercanía del vínculo se sienten muy inseguros y desaparecen.

Apego ansioso

Los cuidadores en este estilo de apego oscilan entre la insensibilidad y la sensibilidad. Es decir, a menudo se muestran insensibles, y en otras ocasiones, pueden satisfacer de manera cálida y efectiva las necesidades del bebé, pero este tipo de oscilación nada tiene que ver con el comportamiento del bebé en sí, sino una vez más con la incapacidad o falta de estrategias por parte del cuidador/a.

Entonces, el niño/a con cuidadores de apego ansioso, sienten inconsistencia por parte de esa figura de apego, y esto genera una fuerte angustia en ellos/ellas y crea una gran hipersensibilidad. Estos niños/as están tan pendientes por obtener la cercanía de su cuidador que no les queda tiempo para explorar el ambiente ni para jugar de manera tranquila y calmada.

A su vez, estas figuras de apego, a veces quieren satisfacer las necesidades del niño o la niña, cuando estos no lo necesitan e invaden su espacio, y en otras ocasiones, no se encuentran disponibles cuando el niño sí lo necesita.

La marca por excelencia de este apego, es la sensación de incertidumbre en los niños y niñas respecto a lo que se puede esperar del vínculo. Así, estos niños/as sienten la necesidad de hacer más visibles sus necesidades de manera que gritan sin parar, o lloran desconsoladamente, e intensifican sus emociones porque es la forma que encuentran de ser tenidos en cuenta.

El mayor miedo en los vínculos íntimos de estos niños que se convertirán en adultos es el miedo al abandono. Y esto les lleva a conductas de hipervigilancia sobre el comportamiento de su pareja y a una mala gestión de la emoción de los celos.

En su manera de relacionarse con otras parejas, tienden a buscar una cercanía, a veces incluso, extrema, y suelen debatirse de manera general, sobre si sus parejas les quieren o ya han dejado de quererles.

Son personas que viven las emociones con gran intensidad, y se centran mucho en expresar, sobre todo, las emociones más agradables, por si al mostrar las desagradables la otra persona pueda abandonarles.

Apego desorganizado

Este estilo de apego es el que peores consecuencias arrastra, tanto psicológicas como emocionales. En los anteriores, puede haber más o menos conductas sanas, pero este estilo se va a dar en ambientes familiares muy conflictivos y negligentes.

En este estilo de apego, los cuidadores son violentos e insensibles, hablando severamente. El niño/a vive en un estado de angustia, miedo y desesperanza, ya que quién tiene que cuidarle y lo que supone la representación de amor, es también el origen de su inseguridad y miedo.

Así, los niños y niñas con este estilo de apego, suelen sentirse malos o indignos del amor de sus cuidadores, porque los perciben inaccesibles y abusadores. Un niño/a necesitan a sus cuidadores, pero tienen el miedo constante de que estos cuidadores le hagan daño.

En este tipo de casos, entra en juego la disociación; un mecanismo de protección del cerebro que nos desconecta de la realidad en ocasiones en las que el dolor emocional es muy alto (maltrato, abuso, etc.), y así actúa como un mecanismo de anestesia emocional.

Estas personas, en las relaciones íntimas, nunca saben qué deben esperar. El respeto no suele estar presente, ya que no fueron respetados para nada, y suelen repetir los mismos patrones que aprendieron en sus experiencias tempranas .Pueden fluctuar entre la búsqueda de amor de forma sumisa y las conductas agresivas, para protegerse de lo que consideran peligroso en la relación. En este tipo de apego, la responsabilidad afectiva brilla por su ausencia.

Bowlby sostuvo que las primeras experiencias de vinculación y apego tendrían consecuencias profundas a lo largo de la vida de cualquier ser humano. Morris (1982) también encuentra un gran paralelismo entre el primer vínculo (niño/a-cuidador/a) y las relaciones posteriores de pareja. Al fin y al cabo, el proceso de formación de pareja es un vínculo afectivo profundo que contiene un gran abanico de dinámicas emocionales.

Es cierto que el niño o niña se acaba convirtiendo en adulto, y que aquí ya sí puede cuidar de sí mismo, pero esa memoria emocional y lo aprendido en los primeros años sobre cómo cuidar y cuidarse, sobre qué necesidades son importantes y deben ser atendidas, sobre qué comportamientos generan una alarma, y cuáles hemos normalizado dependiendo de nuestras experiencias, van a tener un gran peso en cualquier vínculo afectivo que se precie.

Pero hay una buena noticia: un estilo de apego no es una construcción que no se pueda trabajar, porque en nuestras relaciones con otras personas, amigos o compañeros de trabajo, seguimos aprendiendo y comparando nuestras propias dinámicas con las del resto, y nuestro apego puede ir evolucionando con el tiempo.

Y también es cierto, que una forma muy sana y reparadora de aprender otro tipo de apego es el proceso de terapia.

Si te has sentido identificado/a con alguno de estos estilos de apego que ocasiona consecuencias negativas en tu vida,  Contacta con Clínica de psicología Psilex, estaremos encantadas de poder ayudarte