Tiempo de lectura: 5 minutos
24 de enero: Día Internacional de la Educación y por ello surge la necesidad de recalcar la importancia de nuestra gran aliada, “la Educación”.
Educar no supone una tarea sencilla, todo lo contrario, resulta tremendamente complicado aportar las “herramientas” necesarias a un humano para convertirse en un ser social adaptado a las necesidades culturales,
sociales, familiares, personales y laborales. Por ello, el rol que cumplen los educadores hoy en día es un reflejo de la actuación de transmitir unos valores y conocimientos de difícil adquisición para conformar sus respectivos proyectos
vitales.
Para todo esto, la psicología aporta un papel fundamental en la educación. Uno de sus aportes fundamentales es la concepción de los estudiantes como “agentes activos” en el propio aprendizaje. Ha dejado de considerarse a los receptores de información como seres pasivos y se ha puesto de manifiesto la necesidad de interactuar con los contenidos de cara a
su adquisición y elaboración. El alumno/a es un individuo con capacidad de crear (y no solo de repetir), posee criterio propio y capacidad de construcción más allá de imitar el modelo expuesto.
Por ello, los educadores deberán trabajar sobre las variables del contexto del aprendiz y manipularlo hacia un ambiente óptimo, práctico y dinámico de adquisición de los conocimientos.
La familia como educadora
Por otro lado, al hablar de educación suele venirnos a la cabeza la idea del maestro impartiendo su clase. No obstante, la educación también se conforma del aporte familiar más allá del académico o formativo.
La educación desde la entidad familiar supone el primer referente de socialización y la base de la educación en valores, la educación sexual y emocional y, a fin de cuentas, el modo de preparar a nuestros niños/as de hoy a aventurarse a su vida adulta del mañana. Hablamos de crear personas con unos cimientos morales en la responsabilidad, autonomía, seguridad, confianza… de forma que su relación con el mundo sea lo más adaptativa y satisfactoria posible.
Educación emocional
De la misma manera que se intenta satisfacer una necesidad fisiológica como el hambre o la sed en nuestros hijos, prestar atención a las necesidades emocionales será crucial en su correcto desarrollo madurativo. Por ello, surge la necesidad de abordar una mentira, un desacuerdo, una temporada de aislamiento o una riña entre hermanos de forma que detectemos las emociones subyacentes, apliquemos la empatía y se la transmitamos desde un lenguaje adaptado. Así, contribuimos a una adecuada gestión emocional junto a la adquisición de seguridad en su desarrollo.
En el cumplimiento de este objetivo, necesitaremos llevar a cabo un patrón de conductas adecuado que sirva como modelo, un correcto establecimiento de límites y una respuesta adaptada a sus necesidades fisiológicas, sociales, emocionales, espirituales…
Hacia un educación integral y transformadora
Para todo ello será imprescindible cambiar el rumbo de la educación actual, de forma que se apueste por una formación integral de las personas.
La UNESCO citó cuatro principios de la educación que consideraba esenciales para conseguir este nuevo enfoque transformador: aprender a conocer, a hacer, a vivir juntos y a vivir con los demás. A través de estos aprendizajes se quiere conseguir la adquisición de conocimientos, valores, competencias, motivaciones y actitudes.
Se hace necesaria una educación que contribuya en el desarrollo no solo intelectual, sino afectivo, físico, cívico, moral y afectivo de las personas, creando relaciones interpersonales satisfactorias y enriqueciendo los distintos contextos sociales en los que la educación se abre camino.
Un claro ejemplo sería transportar la enseñanza del criterio propio además de a determinadas asignaturas en el colegio, implantarlo en los espacios culturales, los hogares, el ocio, los polideportivos…
En definitiva, buscamos fomentar la autonomía, creatividad, esfuerzo y libertad de nuestros hijos/as y todo ello requiere establecer lazos entre el contexto educativo y los agentes sociales que conforman la educación. Estas funciones no solo dependen de los docentes, la familia deberá formar parte de este proceso de educación integral. Así, se vuelve prioritaria la interacción constante de la escuela con el alumno y su familia para buscar el margen de mejora y generalizar el aprendizaje a todos los ámbitos de la vida de los niños/as y adolescentes.
Nunca se deja de aprender
Actualmente, vivimos más años y con mejores condiciones de salud. Por tanto, no tiene cabida relacionar incapacidad o deterioro con la vejez de nuestros días. La vejez constituye una etapa específica y en la que habrá que considerar sus características particulares, pero asumir que se deja de aprender sería ilógico.
La tercera edad mantiene muchas de las habilidades adquiridas a lo largo de su vida e incluso deja sitio a la evolución de estas. En los últimos años, se ha hablado mucho del “envejecimiento activo”, este nuevo concepto implica disfrutar de retos de bienestar psicológico, físico y social a lo largo del tiempo aumentando la calidad de vida a pesar de las consecuencias naturales de “hacerse mayor”.
La educación en los mayores se vuelve vital
La educación es la responsable de conseguir que los adultos conserven la información real de sus posibilidades, se integren en esta sociedad cada vez más tecnológica y cambiante y ejecuten sus propios proyectos.
Así, renace la necesidad del aprendizaje para una población cada vez más envejecida de forma que puedan “surfear” los retos sociales, económicos y personales que aparezcan en sus vidas: salud física, desarrollo personal, lazos familiares, proyectos económicos…
¿Te sientes identificad@ con el contenido de este artículo? ¿Habías reflexionado anteriormente sobre la importancia de la educación integral y multigeneracional? Contacta con Clínica de Psicología Psilex, estaremos encantadas de poder ayudarte.