La mentira en los menores: una mirada psicológica
¿Tu hijo te miente y no sabes cómo reaccionar? ¿Te preocupa que la mentira se convierta en un hábito en casa? ¿Crees que los/as niños/as mienten por malicia o como parte de su aprendizaje? La mentira en la infancia es una conducta que preocupa a muchas familias, pero en realidad forma parte del desarrollo. Comprender por qué los menores mienten y cómo acompañarlos es clave para transformar esas situaciones en oportunidades educativas.

Etapas del desarrollo y la mentira
Los/as niños/as suelen empezar a experimentar con la mentira hacia los tres o cuatro años. En esta etapa todavía no tienen una visión objetiva del mundo y tienden a considerar a sus padres como la fuente de toda verdad. Poco a poco descubren que los adultos no pueden leer sus pensamientos ni saberlo todo, y ese hallazgo abre la puerta a un juego nuevo: inventar frases, mezclar fantasía con realidad y observar cómo reaccionan los demás. No se trata de mentiras con malicia, sino de un recurso lúdico que les ayuda a explorar su imaginación. Desde la psicología, este momento se considera un hito importante en el desarrollo, porque el niño empieza a comprender que la mente de cada persona es distinta, que los pensamientos no son transparentes y que existe una diferencia entre lo que es real y lo que es imaginado.
A partir de los 6 años, los menores ya son conscientes de que alterando la verdad pueden obtener beneficios. La mentira deja de ser un juego inocente y puede convertirse en un recurso para manipular la realidad y conseguir objetivos. A medida que crecen, recurren con más facilidad a mentiras estratégicas, por ejemplo, para evitar responsabilidades. En estos casos, es fundamental que las familias expliquen la importancia de la sinceridad, la honradez y la confianza, mostrando cómo la verdad fortalece las relaciones.

En la adolescencia, la mentira adquiere un carácter más complejo y estratégico. Los adolescentes pueden recurrir a ella para preservar su intimidad, evitar conflictos con la autoridad o responder a la presión social del grupo. A menudo, las mentiras en esta etapa no buscan únicamente evitar castigos, sino afirmar autonomía y diferenciarse de los adultos. Un exceso de control parental puede aumentar la tendencia a ocultar información, mientras que un clima de confianza y comunicación abierta favorece que los adolescentes compartan sus experiencias con sinceridad. Es importante que las familias comprendan que la mentira en la adolescencia refleja, en muchos casos, la búsqueda de independencia y la construcción de la identidad.

Motivos frecuentes para mentir
- Altas expectativas familiares: cuando sienten que se espera demasiado de ellos, pueden mentir para no defraudar.
- Modelos adultos: si observan que sus progenitores mienten, lo normalizan e imitan la conducta.
- Evitar castigos: es la causa más común; la mentira funciona como un mecanismo de defensa para escapar de las consecuencias.
- Llamar la atención: inventan historias con entusiasmo porque reciben atención y refuerzan su autoestima.
- Falta de habilidades de comunicación: temen las consecuencias de una mala nota o de no cumplir tareas.
- Ansiedad: ocultan un problema “maquillándolo” con otro.
- Creerse sus propias mentiras: llegan a convencerse y tratan de convencer también a los demás.
Cómo acompañar desde la familia
La mentira en la infancia y adolescencia no debería de abordarse desde el castigo. Es una conducta que, aunque pueda preocupar, ofrece la oportunidad de educar en valores y fortalecer la confianza mutua. El papel de la familia es clave: más que centrarse en la mentira en sí, se trata de comprender qué la motiva y enseñar alternativas basadas en la sinceridad y la comunicación.
A continuación, algunas pautas prácticas para acompañar a los hijos cuando recurren a la mentira:
- No sobre reaccionar: gritar o insultar refuerza la conducta de mentir. Mantener la calma y abordar con empatía.
- Consecuencias razonables: aplicar medidas proporcionales evita que el niño sienta que no tiene nada que perder.
- Evitar situaciones sin salida: no hacer preguntas cuya respuesta ya se conoce; dar oportunidad de ser honesto.
- Dialogar sobre alternativas: hablar de qué habría pasado si hubieran dicho la verdad.
- Valorar la sinceridad: explicar que, aunque sea difícil, siempre es preferible la verdad a una mentira agradable.
- Analizar el tipo de mentira: comprender qué la motiva, sin tomarla como algo personal.
- Mostrar ventajas de la verdad: reforzar que la sinceridad genera confianza en futuras situaciones.
- Favorecer la comunicación: mantener un canal abierto y seguro para hablar.
- Respetar la privacidad: en la adolescencia es necesaria cierta supervisión, pero sin un control excesivo que fomente la mentira.
Conclusión
Todos los menores mienten en algún momento, unas veces de forma inocente y otras con premeditación. La mayoría de las veces, las mentiras funcionan como un mecanismo defensivo. Para las familias, más que un motivo de alarma, pueden ser una oportunidad para detectar necesidades emocionales o dificultades que los menores no saben expresar de otra manera.
En Psilex, Centro de Psicología acompañamos a las familias en la comprensión de estas conductas, ofreciendo orientación y apoyo para fortalecer la comunicación, la confianza y el desarrollo emocional saludable de los hijos/as. No dudes en ponerte en contacto nuestro equipo.
