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Aceptar la incomodidad
La carrera contracorriente del ser humano por alcanzar la felicidad ya es más que conocida en nuestra sociedad. A pesar, de que ya hemos escuchado muchas veces eso de que la felicidad no está en llegar sino en el camino que vamos recorriendo hasta que llegamos a las metas u objetivos que nos planteamos, en muchas ocasiones nos cuesta aceptar y entender, que en el camino vamos a encontrar muchas piedras con las que tropezaremos, ríos con puentes resquebrajados que deberemos reflexionar sobre cómo cruzar, y quizá algún que otro hoyo que no habíamos podido ver con antelación.
Es decir, la felicidad también depende de poder entender que las situaciones de malestar, los inconvenientes y contratiempos forman parte del camino, o, dicho de otra forma, la felicidad es contar con la incomodidad y el malestar (entiéndase malestar e incomodidad como aquellas situaciones que al afrontarlas nos ayudan a largo plazo en nuestros objetivos o aquellas metas que están acordes a nuestros valores). Huelga decir, que en estas situaciones de malestar e incomodidad no tienen cabida la violencia ni el maltrato de ningún tipo.
Aprender a superar situaciones difíciles no significa ser feliz o sentir felicidad sea cual sea la realidad. Ni siquiera es mostrar constantemente una sonrisa de oreja a oreja, ni repetirse frases de Mr. Wonderful para motivarse incluso cuando las situaciones son realmente difíciles, sino aprender a manejar y aceptar las emociones, tanto agradables como desagradables.
No es lo que sentimos, es lo que hacemos con lo que sentimos
Comprender cómo funcionan las emociones y de qué quieren informarnos es el primer paso para poder buscar formas sanas y funcionales de lidiar con ellas. Mucho se escucha que estar triste o no saber cómo afrontar una situación es el antónimo de ser fuerte, o qué sentirse vulnerable o frágil ante algo que está ocurriendo es el equivalente de ser débil. Y así pasa con muchas emociones desagradables, que si hemos asumido que son equivalentes a juzgarnos como débiles o frágiles, queremos huir rápidamente de ellas, pero nada tiene que ver con esto.
Una emoción no te define, una emoción pasa por dentro de ti para que puedas entender lo que está ocurriendo, y el camino que te va a ayudar no es escapar de ella ni hacer como si no estuviera, ya que este camino solo va a hacer que se haga más perdurable en el tiempo, que amplíe su intensidad, y que se vuelva más inmanejable.
Ser fuerte ante las emociones.
Cuando nos imponemos “ser fuertes” ante las emociones o funcionar de la misma manera que lo haríamos cuando nos encontramos bien, lo que estamos haciendo es abusar de nuestra propia energía y forzar el sistema de regulación, es algo parecido a ponerse a 160 km/h en la carretera cuando la gasolina ya está en la reserva y no hay avistamiento de gasolineras cerca, obviamente al acelerar el coche, el motor tiene que trabajar más y por lo tanto consumir más combustible.
Incluso, a veces, lo que ocurre es que cómo la persona no puede funcionar al mismo ritmo que cuando está tranquila o con buena energía, se empieza a culpar, criticar o a avergonzar de lo que está sintiendo o de su propio funcionamiento, lo cual tiene un efecto amplificador en el malestar y también hace que perdure más en el tiempo.
La metáfora del hoyo
Imagina que vas andando por un camino y te caes en un hoyo, una vez abajo empiezas a culparte o criticarte por estar ahí o te lamentas sobre lo que ha ocurrido, esto podría ser similar a sacar una pala y empezar a cavar hacia abajo en el hoyo para después concluir dándote con la pala en la cabeza forzándote a ser tan enérgico o fuerte como cuando estabas andando tranquilamente por el sendero. El resultado es que se está empeorando la situación y que además estás trabajando en contra de poder salir del hoyo.
Ahora vamos a complicarlo un poquito más. Por el sendero pasan personas, pero tú te has propuesto ser muy fuerte y no aceptar lo que está pasando, con lo cual no vas a pedir ayuda porque “de aquí tengo que salir yo solo”. Pero claro, si estás en un hoyo con una pala la cosa se vuelve cada vez más difícil. Una vez más, estamos forzando nuestro motor a que responda de una manera que el combustible no le llega para ese funcionamiento y el resultado puede ser mucho peor. En nuestro ejemplo del vehículo, podríamos compararlo con encontrar una gasolinera en la que poder repostar y proponerte seguir adelante y llegar con lo que tienes con el coche revolucionado.
Lo que no nos va a ayudar.
– Evitarlas. Escapar de las emociones es una estrategia a la que se recurre de manera automática. No me gusta esto, pues lo evito. O evito a las personas que me recuerden la sensación desagradable que siento. Por ejemplo: dejo de ir al trabajo para no sentir ansiedad.
– Bloquearlas. O suprimir las emociones, de manera que cuando empezamos a notarlas las empujamos de nuevo hacia abajo con frases del estilo: “no pasa nada” “todo está bien”, etc.
– Controlarlas. Como si pudiéramos elegir lo que sentir o no sentir. En estos casos, las personas se recriminan por sentir una u otra cosa.
– Cambiar de registro. Esto se suele hacer de manera automática; personas que están acostumbradas a sentir el enfado cuando en realidad viene la tristeza porque ha aprendido que hay emociones que no se pueden sentir o que deben avergonzarse de ellas.
Lo que nos puede ayudar
El proceso de regulación emocional es complejo y no todo el mundo funciona de la misma manera. Lo primordial es poder entender como funcionamos por dentro para empezar a comprendernos (como se dijo anteriormente, el paso básico para hacer una buena regulación). Uno de los puntos importantes es aprender a conectar con nuestro cuerpo.
Las emociones crean un impacto en nuestro cuerpo a nivel fisiológico: presión en el pecho, nudo en el estómago, tensión muscular, etc. Es decir, identificar lo que significan las luces que nos informan de una avería en nuestro coche y saber porque algunas se encienden en amarillo o naranja y otras en rojo para poder tomar la mejor decisión. Estar bien o mal no es definir una emoción, es más bien tener un colapso de emociones mezcladas que no sabemos muy bien qué significan.
Y algo que nos puede ayudar también mucho es entender que nuestro cerebro está más preparado para sentir emociones desagradables como forma innata de sobrevivir y adaptarnos a las situaciones. No se trata de ser fuertes o débiles, se trata de permitirse sentir la emoción como consejera e informante para tomar la opción que más nos vaya a ayudar en un momento complicado. No se trata de que el coche no se averíe ni de que no le salten las luces de posible avería, sino de entender qué quieren decir esas luces para poder solventar la avería.
Esto es un proceso complejo y no hay fórmulas mágicas, no pierdas la paciencia, cuando el coche se avería lo llevamos al taller y el mecánico nos informa de lo que está ocurriendo y de la posible solución. Si no sabemos muy bien qué ocurre y no hemos aprendido una buena solución, el taller es la terapia y el mecánico un terapeuta que pueda acompañarte a aprender a entender qué significan las luces de tu coche.
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