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El lugar seguro

Intentemos un ejercicio de reflexión: cuando pensamos en la seguridad ¿qué nos viene a la cabeza? ¿con qué la relacionamos? Observemos si para nosotros/as tiene que ver con la tranquilidad, con la calma. Y si es así, busquemos, pues, algo que nos ayude a generar esa calma o tranquilidad.
Pueden ser lugares físicos, las sensaciones que sentimos al estar en contacto con nuestras mascotas, esas sensaciones de estar en la playa o la montaña, pueden ser personas que nos transmiten esas emociones… En lo posible, busquemos algo real que hayamos experimentado, pero si no fuera posible también podemos echar mano de algo imaginario, o un personaje de ficción.
Vamos a centrarnos en esa imagen que nos ha venido.

  • Si es un lugar: ¿En qué momento del día nos gusta más estar ahí, en qué estación del año? ¿Qué tipo de luz hay, hace frío o calor? ¿qué
    puedes escuchar a través de tus oídos o incluso oler a través del sentido del olfato?
  • Si es una persona: ¿Qué gestos, palabras te transmiten esa seguridad o tranquilidad? ¿qué es lo que hace esa persona para transmitirnos esas sensaciones?
  • Si es una mascota o personaje imaginario: podemos hacernos las mismas preguntas anteriores.

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Por último, mientras prestamos atención a estos detalles que hemos recapitulado, vamos a observar que emociones nos van viniendo, qué
sensaciones notamos en el cuerpo y cómo las notamos que estén asociadas a estas personas/mascotas/personajes o lugares.

En este ejercicio no es necesario forzar nada, es posible que hayamos empezado con un poquito de tensión muscular, de nervios… No hay problema por ello, ahora vayamos a observar y llevar nuestra atención a las sensaciones que se originan al pensar en esas personas o lugares que nos transmiten esa calma o seguridad. Si practicamos este ejercicio y dedicamos tiempo a procesarlo día a día, sin buscar nada en concreto, puede llegar a convertirse en un recurso para regularnos en situaciones de estrés. Recuerda que evocar mentalmente este tipo de situaciones y conectar con estas sensaciones es una forma de llevar a nuestro cuerpo a otro estado emocional.

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Pero ¿qué es la seguridad?

La seguridad no viene con nosotros/as de manera innata, es algo que va creciendo dentro de nosotros/as conforme nos vamos relacionando, en
concreto con nuestras figuras de referencia (papá, mamá, tutor, etc). Sin un vínculo seguro no podemos desarrollar esa sensación de seguridad interna, al menos en la infancia. Conforme el infante va creciendo, su base segura va a ser su cuidador o cuidadora.

Desde esa base segura, el niño/a sale a explorar el mundo, primero se atreverá a cosas pequeñas y después se irá dificultando la situación hasta que se va volviendo autónomo y desarrollará la capacidad de regularse y cuidarse. Interiorizando lo que ha recibido de sus cuidadores; hablándose de manera amable, animándose, calmándose, corrigiendo de manera sana… Esto ocurre cuando ha habido una base segura en el ambiente dónde hemos crecido.

 

Pero ¿y si no ha existido esa base segura?

Hay ambientes que son verdaderas batallas campales, con vínculos complejos, dañinos, difíciles, críticos, etc. En estas situaciones, el crecimiento de la confianza, tanto en uno mismo como en los demás, se va a hacer muy difícil. El daño que viene de este ambiente es terrible porque deja unas secuelas que nos pueden acompañar el resto de nuestra vida, a menos que encontremos formas de entenderlas y cuidarlas.

Al fina y al cabo, el ser humano es un ser social y biológicamente estamos diseñados para unirnos y protegernos frente a un enemigo de fuera, pero si el enemigo está dentro, en aquellos en los que deberían ser una base segura, nos rompe por dentro.

La buena noticia es que, la confianza, puede recuperarse, quizá no en esas personas de nuestros vínculos primarios, pero sí, al menos, en el ser humano. Aunque durante un tiempo viviremos con el miedo de que nos vuelvan a traicionar porque si esta traición se produjo en nuestros vínculos más cercarnos podemos crecer sin conocer qué es la confianza y la seguridad dentro de nosotros/as.

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¿Y qué hace falta para asentar una base segura en un hijo/a?

No hay que ser un padre o madre perfecta. Es necesario que estén presentes, que sean consistentes y coherentes con los mensajes que envían y por supuesto que quieran a sus hijos y los traten con respeto y comprensión. Y si tienen un mal día (como buenos seres humanos que son), hacen cosas para restaurar lo que se haya descolocado e intentan hablar sobre lo que ha ocurrido.
La forma en la que se vinculen esos niños y niñas configurará la manera en la que entienden el mundo y así mismos, y también definirá la forma en la que se vinculan con los demás y cómo se relacionan con ellos mismos.

Si quieres saber más sobre el tema y trabajar estos aspectos en tu vida, estaremos encantadas de ayudarte en nuestro centro de Psicología Psilex.