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Ya hemos comentado en anteriores artículos, que el miedo es una emoción necesaria para la vida, la que nos acompaña desde nuestro nacimiento hasta nuestros últimos días. El miedo forma parte de nuestro instinto de protección y supervivencia ante los cualquier peligro.

Schauer y Elbert estudiaron las reacciones defensivas ante el miedo, tanto de los humanos como de los animales (concretamente en los mamíferos). Este estudio constituye una de las principales vías de conocimiento de los mecanismos psicológicos y neurofisiológicos del miedo y la ansiedad.

El concepto de defensa

El concepto de defensa hace referencia a la reacción fisiológica de los organismos ante la presencia de peligro o amenaza. Algunas típicas reacciones defensivas incluyen inmovilidad, desmayo, sobresalto, la respuesta de lucha y huida, etc. La función principal de las reacciones defensivas es: la protección, aunque puede jugar en nuestra contra si tiene que permanecer demasiado tiempo activada o de una manera intensa, ya que pueden ser un factor de riesgo para nuestra salud tanto física como psicológica (Dienstbier, 1989; Lovallo y Gering, 2003; Turner, 1994).

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El papel del miedo y la ansiedad

Ambas son respuestas emocionales ante la presencia un peligro o amenaza (real o imaginario). Es por ello, que están estrechamente relacionados con el concepto de defensa. Los avances en el estudio neurocientífico del miedo y la ansiedad proceden de investigaciones con animales utilizando reacciones defensivas (Blanchard y Blanchard, 1989; David, 1992; Fanselow, 1994; LeDoux, 2000).

También se han llevado a cabo estudios con humanos para estudiar la modulación emocional de reflejos protectores como el sobresalto o la inmovilidad postural (Azevedo et al., 2005; Lang, Davis y öhman, 2000: Ruiz- Padial y Vila, 2007). Aunque parezca extraño, la parálisis en sí también puede salvarnos la vida.

Schauer y Elbert explicaron que, cuando tenemos que protegernos se activa una especie de cascada en el cerebro, que va activando gradualmente distintas respuestas en función de la gravedad o permanencia de la situación amenazante. Incluso, antes de que nos haya dado tiempo a pensar, nuestro propio instinto de supervivencia percibe los matices de manera rápida.

A continuación, se van describiendo los puntos por los que va, gradualmente, pasando la cascada defensiva.

Cascada defensiva

  1. Mecanismo de inmovilidad: ante un estímulo sorpresivo o algo que se sale de lo cotidiano, lo primero que haremos será poner nuestra atención ante tal estímulo para verificar si es o no amenazante. Aquí, el miedo ya se ha activado, pero aún no de una forma intensa.
  2. Lucha: si anteriormente verificamos que el estímulo es peligroso, pero analizamos que tenemos posibilidades de rebasarlo o
    vencerlo/superarlo, nuestro primer instinto será luchar. Aquí la activación de nuestro cuerpo va elevando la intensidad, nuestros músculos se tensan, nuestro corazón late más rápido para hidratar los músculos con el torrente sanguíneo y mantenerlos preparados para cuando haya que luchar.
  3. Huida: esta opción ocurre si la anterior no nos es posible. Huir nos salva muchas veces la vida. Imagina por un momento que estás ante un animal grande y rápido (un león, un oso, etc), estaremos de acuerdo en que aquí (a menos que tengas una preparación para ello) lo más sensato sería buscar una “puerta de salida”.
  4. Congelación: en esta ocasión, la congelación se activa cuando verificamos que, ante un peligro, no puedo ni pelear ni huir, porque esas
    opciones no van a garantizar nuestra supervivencia. Aquí, como con la inmovilidad, volvemos a quedarnos quietos, pero el “motor” interno está super activado, como si estuviéramos pisando a tope el acelerador con el freno de mano echado.defensiva
  5.  Mecanismo de sumisión: la estrategia anterior consume mucha energía, por ello no puede alargarse en el tiempo, y si esa no funciona o
    no es la adecuada para una amenaza o peligro, se activa la sumisión o decaimiento para poder ahorrar energía y bajar las revoluciones.
    Además, ante determinados oponentes, a veces es mejor mirar hacia abajo y no hacer movimientos bruscos.
  6. El colapso: esta estrategia se pone en marcha cuando la situación amenazante se vuelve muy extrema, llegando incluso a desmayarnos. Si habláramos de la amenaza como un animal que va a comernos, en una situación en la que no podemos escapar, colapsar es una magnífica estrategia de nuestro sistema de supervivencia. Aquí las pulsaciones son muy lentas, si estuviéramos hablando de un animal que es perseguido por un depredador, esto sería una buena manera de seguir vivo, ya que el depredador al acercarse puede pensar que está muerto y su propio instinto le hace rechazar animales muertos. Hay un ejemplo muy representativo de este sistema en youtube, en un vídeo que se llama: impala in and slowly out of collapsed immobility.

Conclusiones

No hay una estrategia mejor que otra, sino que el propio instinto de supervivencia elige la más apta para un determinado momento, no es una
decisión consciente, ya que hay situaciones en las que pensar supone un lujo que no nos podemos permitir.

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