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Uno de los problemas con los que nos encontramos a la hora de gestionar algunas emociones, que nos gustan menos, es que consideramos que no deberían de estar ahí o que no tenemos razones para sentirnos de la forma en que nos sentimos.
Por ejemplo, a menudo pensamos que deberíamos sentirnos felices cuando hemos alcanzado una meta y nos reprochamos el no estarlo tanto como habíamos esperado. Y en lugar de estar feliz o alegre por la consecución de esa meta, te sientes más bien aliviada. Y entonces comenzamos, sin darnos cuenta, a echarle más peso a la mochila emocional, porque ya tenemos que no estoy tan feliz como esperaba más la culpa y el reproche por no estarlo.
Podemos ser nuestros peores enemigos
Aquí influyen muchas variables, por ejemplo: el significado que para nosotros tenga sentir una determinada emoción. Si en nuestro círculo familiar o cultural sentir, por ejemplo, tristeza es igual que ser una persona débil, pues estaremos de acuerdo en que cuando venga esa tristeza también tendremos que cargar con el peso de juzgarnos y castigarnos emocionalmente hablado.
Esto de lo que hablamos anteriormente sería una forma de invalidar nuestras emociones, como puedes comprobar es muy fácil caer en esta trampa cuando no entendemos por qué sentimos lo que sentimos en determinadas situaciones.
Y aquí entramos en otro punto importante: todo lo que sientes es válido y lógico, aunque no sea adaptativo.
¿Qué significa esto?
Pues que, si bien todas las emociones son válidas y pretenden informarnos, no todas son adaptativas ni funcionales. Y esto ocurre cuando una emoción es excesivamente intensa y no es coherente con lo que está ocurriendo fuera, a nuestro alrededor.
Por ejemplo:
Imagina que tu ex pareja te fue infiel en tu relación anterior y además, era una persona que no tenía responsabilidad afectiva (capacidad de respetar y tener en cuenta las necesidades de la otra persona) y mientras estaba contigo hablaba con otras chicas por mensajes de WhatsApp y se te quedó muy grabado que siempre ponía el teléfono boca abajo cuando lo dejaba en la mesa.
Han pasado ya dos años de aquello y vives feliz con tu actual pareja, y de repente deja el móvil encima de la mesa boca abajo (quizá, incluso sin darse cuenta) y tú empiezas a sentirte insegura y con una emoción muy intensa creyendo que te está engañando. Él no te ha dado motivos de ello en ningún momento y tú lo sabes, sin embargo, esa emoción te secuestra.
Este sería un ejemplo de que una emoción es válida (por tu historia de vida) y tiene sentido con lo que has vivido, pero no está siendo adaptativa en este justo momento.
Tus emociones tienen sentido
No siempre vas a saber de dónde provienen, ni con qué miedo ha conectado tu cerebro para que te estés sintiendo así, pero lo que es importante es poder interiorizar que si están ahí y se activan tienen una razón de ser.
Ten muy en cuenta, que las emociones son un sistema de alarma interno, y cuando saltan es por algo. Y si saltan de manera desproporcionada, nos ayudan a entender que hay algo dentro por resolver. Por ello, lo mejor que podemos hacer con ellas es aceptarlas, ya que intentar evitarlas o suprimirlas lo único que ocasionará será que se almacenen y aparezcan de formas peores en el futuro.
Aceptar las emociones
No es algo tan fácil como parece por la frase anterior, pero lo mejor que podemos hacer, una vez la emoción esté activa en nosotros, es aceptar que si están aquí es por algún motivo, y que a lo mejor en el momento no podemos entender cuál es (de hecho, muchas veces lo que ocurre es que podemos llegar a entenderlo cuando nos sentimos más tranquilos), aunque nos encantaría, ya que alivia mucho, pero tener una buena gestión emocional también implica aprender a fluir con lo que se presenta con la aceptación y la responsabilidad de lo que es tuyo.
Tú no decides cómo sentirte ni cuándo, entonces no merece la pena perder energía en resistirse o pelearse con esa emoción. Después, algo que nos puede ayudar es entender un poco lo que ocurre: “Ok, me siento con mal humor, pero ¿en qué parte de mi cuerpo lo siento?”. Buscas y te das cuenta que hay un nudo en la boca del estómago lo cuál te ocurre cuando sientes ansiedad. También te notas cansado por una semana larga de estrés. Ya va cogiendo forma la información de esa emoción.
Quizá no sabes 100% de dónde viene, pero ya puedes empezar a cuidarte, desconectando un poco, o descansando y haciendo algo que te guste o te ayude a sentirte más en calma. Te permites tener ese espacio, quizá no estés todo lo feliz y simpático que te gustaría porque te estás ayudando a fluir con esa emoción y poco a poco te vas sintiendo mejor, porque aunque no supieras de dónde provenía 100%, has podido conectar contigo y cuidarte para sobrellevarlo mejor.
Esperamos que este artículo te haya inspirado para conocer más sobre el mundo de las emociones y su gestión. Si crees que necesitas ayuda, no dudes en contactarnos, estaremos encantadas de ayudarte en nuestro centro de Psicología Psilex.