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Padres autoexigentes

Ya sabemos que los adultos cercanos y, sobre todo, los cuidadores principales, son las más importantes referencias que tienen los hijos/as para entender el mundo y crear una visión sobre sí mismos, los demás y lo que nos rodea.

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Desde siempre hemos creído que los hijos o hijas copian lo que los padres y madres dicen, pero en realidad, el ser humano está más preparado para absorber más los actos o lo que hacen los padres y madres en este caso. Por eso, en ocasiones, cuando nuestros propios padres y madres nos han dicho “no hagas lo que yo hago, haz lo que yo te digo” ha caído en saco roto, ya que lo que terminamos copiando son los comportamientos habituales que observamos.

Con la tendencia a la autoexigencia ocurre de la misma forma. No importa que un padre o una madre tenga claro que no quiere ejercer esa exigencia sobre sus criaturas que, si tienen un patrón de autoexigencia, lo más probable que estas criaturas aprendan lo mismo: “si la autoexigencia es tan importante para mamá, entonces será importante en la vida” (es más o menos como utiliza la lógica nuestro cerebro).

Es muy probable que estos adultos sean muy conscientes de que esta tendencia no les hace bien y no quieran ese sufrimiento para sus hijos/as. De ahí que se haga tanto hincapié en sanar nuestras propias heridas, ya que la manera en la que nosotros/as nos amemos, nos gestionemos, nos tratemos será, en gran parte, la manera en la que nuestros hijos e hijas aprenden a quererse también (también aprenden a quererse de la manera en que los padres y madres les cuidemos).

 

¿En qué ámbitos puede afectar la autoexigencia?

Físicamente: la autoexigencia con el aspecto físico es algo bastante habitual en nuestra cultura. Hay mucha presión estética en nuestra sociedad, ejercida a través de las redes sociales, los medios de comunicación, la publicidad, la industria de la moda, etc. No es necesario que los padres y madres en este caso infrinjan esa presión sobre los hijos/as.
Si ese modelo ya parte de sus propias creencias, de una manera rígida e inflexible, también tendrá consecuencias sobre los hijos, ya que, en gran parte, les estamos mandando un mensaje sobre la importancia de tener un cuerpo normativo para ser feliz o sentirse bien consigo mismo/a.

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Académicamente/profesionalmente: igual que en el anterior, no es necesario que se infrinja una presión sobre los hijos sobre sacar buenas notas. Si el/la menor observa como su padre o madre trabaja hasta tarde (sin que haya una necesidad real de que lo hagan) o que no hay mucho tiempo para el ocio o el disfrute familiar porque “es más importante el trabajo”, esto afectará a los niños y niñas.

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Madre perfecta-hija perfecta: esa madre perfecta que también es la hija perfecta con sus propios padres o esa madre que está para todo el mundo, menos para ella misma, la que no pone límites a nadie y cuida de todas las personas que conoce. Este rol también se hereda y no de forma genética, sino aprendida. Aquí, es importante señalar que el problema está en que este tipo de mujeres que asumen este papel carecen de muchas habilidades asertivas y de cuidado consigo mismas y eso conlleva una potencial desprotección para sí mismas y cargar con más “peso” del que pueden cargar hasta someterse ante las exigencias de los y las demás.

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La idea de bondad como capacidad de sacrificio, no “molestar”, no cuestionar y no crear incomodidad es algo que está muy extendido en nuestra cultura. Es una idea que está muy influenciada por la moral (y esta a su vez, por la religión católica). Antes de continuar, sobra decir decir que no se trata de cambiar las creencias de nadie, sino de entender que cuando se utiliza este concepto de bondad desde un prisma más rígido, suele tener consecuencias más de falta de cuidados de una persona consigo misma.

Este concepto de bondad muchas veces está asociado a ideas rígidas y tradicionales sobre las mujeres, en las que se da mucha importancia a la idea de sacrificio y conecta mucho con la culpa, lo que, en muchas ocasiones, nos puede llevar a tener diferentes creencias sobre nosotras mismas y el mundo que nos encamina más a la falta de cuidados, restarnos valor, sacrificarnos y responsabilizarnos de los demás con el ingrediente de la culpa si esto no fuera así.

Para su mejor entendimiento, a continuación, vamos a mostrar las diferencias entre ese sacrificio del que hablamos y el concepto de esfuerzo:

  • Sacrificio: pasar por encima de nuestras propias necesidades con tal de conseguir algo, aún cuando esto signifique un impacto en nuestra salud física y mental. Esfuerzo: dar lo máximo de uno mismo para lograr algo, sin pisotear nuestra salud mental y física, respetando nuestro descanso, alimentación y medidas de autocuidado.
  • Sacrificio: implica sufrimiento, tiene que ver también con necesidades de otras personas o expectativas de otras personas. Esfuerzo: no implica sufrimiento, pero sí un aprendizaje en disciplina.

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